11 sept 2019

Epitafios por Vivir


“Hoy vine hasta aquí
dejando atrás
 el sabor a ciudad,
que la amargura que
intento cambiar no
sea mi alimento...”  
Los Piojos

Por Cristian Sebastián Molina

2019. Verano. Calor, demasiado calor y yo que no paraba de drogarme. Atrás había quedado esa etapa de “curiosidad” y de “de vez en cuando”. El hábito de consumir cocaína se había transformado en una dependencia que dominaba mi vida y no me permitía decidir nada desde la racionalidad hacía varios años.

Depresión, angustia, soledad, y una vida que se volvía insostenible y que pendía de un delgado hilo tras un intento de suicidio.

Una libertad efímera que se había transformado en el peor de los encierros.

Después de un fallido intento para dejar el consumo mediante un tratamiento terapéutico ambulatorio y corriendo de mi lado a toda aquella persona que me ofreciera ayuda, los días pasaban y yo me seguía drogando.

Deambulaba cual perro de la calle mientras continuaba perdido y perdiendo: familia, empleo, amigos, amor.

Mi cabeza estalló. Febrero de 2019, y tras una interminable y permanente semana de consumo en casas, en la calle y en cualquier lugar que lo amerite decidía cruzar la ciudad caminando e ir al Hospital a pedir ayuda a mi psicóloga, a quién había abandonado meses atrás.

Con ayuda profesional y con la voluntad de querer salir de este flagelo, me internaba voluntariamente en la Comunidad Terapéutica San Ignacio de Loyola. Era la decisión más difícil pero racional que tomaba.

Ocurrió un 4 de febrero a las 10 am, lo recuerdo con exactitud.

Con mil dudas e interrogantes en mi cabeza me acompañaron mi hermana y mi sobrino. Despedirme de mi hija y de mi vieja fue cruel pero necesario para empezar a descubrirme y cambiar.

Hacerte cargo del mal que te causas, y del daño que le haces a tus seres más queridos, es la etapa donde afloran las mayores miserias que alcanza un adicto.

De las más dolorosas donde uno siente que tocó fondo, y que peor no se puede estar/vivir.

Recuerdo poco de los primeros instantes en el lugar, el efecto de las pastillas recetadas por el Psiquiatra para controlar la abstinencia era fuerte, y no me dejaba pensar bien sumado a lo intenso de lo que estaba viviendo.

Recorrí las instalaciones junto a un asistente con quien de entrada pegamos buena onda porque es bostero como yo, compartíamos dos pasiones adictivas, la Cocaína y Boca Juniors.

Saludé a varios de los chicos que estaban en la comunidad mientras recorría la casa, y hablaba con el asistente quien me terminó de convencer y dejar en claro que estaba en el lugar indicado para mi rehabilitación.

Con el tiempo nos transformamos en amigos y recordamos esa primera charla, cuando Julián con un recorrido más amplio en su tratamiento, veía en mí más ganas de salir corriendo a consumir, que de quedarme.

Paralelamente, veía deseo y voluntad, fundamental para el punto cero del tratamiento.

Con lágrimas en los ojos me instalé, acomodé mis cosas en la habitación y me sume al resto del grupo. Los primeros días fueron raros y movilizantes, momentos de angustia por no querer estar ahí, de alegría por iniciar una nueva etapa de mi vida, de tristeza por pensar en el afuera, de rabia y malestar por querer consumir y no poder hacerlo.

Casi sin pensar me fui acomodando. Las noches eran complicadas, conciliar el sueño era una ardua tarea y en muchos pasajes se veía alterada por la aparición inconsciente del deseo de consumir.

Comenzar a trabajar terapéuticamente con los profesionales me ayudo mucho, al igual que aferrarme a la palabra de otros compañeros, participar de los talleres y volver a encontrarme con el Periodismo en el taller de los viernes donde proyectábamos concretar una revista.

Párrafo aparte merece la familia, quienes golpeados y dolidos en lo más profundo por el accionar de un adicto decidían apoyar y acompañar fielmente mi tratamiento.

Un nuevo empezar en el que aparecieron personas que uno, sumido en la dependencia a la cocaína, no visualizaba que estaban ahí, dispuestas a tender una mano desde lo más sincero y pleno del ser humano.

Poco a poco, como una lenta transición, similar al andar de una tortuga de un lugar a otro, el deseo de consumir y de vivir drogándome le daba espacio a una nueva etapa de análisis, reflexión, que llevaba a pensar y accionar racionalmente.

Mantener la cabeza enfocada en positivo resultaba vital para mantenerme y no declinar en el tratamiento.

Cada viernes en los encuentros de Periodismo pudimos expresar sentimientos, sensaciones, emociones y empezaron a aparecer notas sobre historia de vida, crónicas, poesías, entrevistas y definiciones...

Definiciones sobre “¿qué nos pasó?” Desenmarañar esos personajes oscuros y siniestros, que construimos los adictos, es una tarea difícil y dolorosa pero fundamental para avanzar.

Construirle una Identidad al “Perro de Campo”. La metáfora de ese “Perro de Campo” que somos, que llega en un 90% de las veces agregado al territorio/comunidad donde debemos y necesitamos adaptarnos y apropiarnos de herramientas que nos permitan sobrevivir y salir adelante.

El paciente/perro de campo es un ser que por diversas circunstancias fue abandonado y hoy, el nuevo territorio/comunidad le permite forjar una Identidad; definición tomada como la cualidad de ser una persona que se supone o busca.

Septiembre de 2019. De fondo suenan reiteradamente “Las Pastillas del Abuelo” y cantan que “no vaya a confundir la soberbia con autoestima, que la soberbia mira de más arriba y no llora penas ajenas, en cambio la autoestima se transmite y contagia a cualquier persona buena”.

Pienso un cierre a este escrito, un cierre certero y definitivo como el que decidí darle al “mundo de las drogas”.

Transcurrieron seis meses desde ese punto final...seis meses de cambios, de descubrimientos, de afianzar nuevos y sanos vínculos, de revalorizar el pasado, pensar el presente y proyectar un futuro por descubrir.

Transcurrieron siete meses, de los más felices, lejos del consumo y viviendo sin drogarme. En definitiva, VIVIENDO.


PD: A vos Diva que día a día me sostenes y moldeas una persona de bien.-



1 comentario:

Dani dijo...

Lamento mucho la distancia... Fuerte abrazo!!!