18 sept 2019

El Abuelo, Nuestro Abuelo

“Soy de la orilla brava del agua turbia y la correntada
que baja hermosa por su barrosa profundidad;
soy un paisano serio, soy gente del remanso Valerio
que es donde el cielo remonta el vuelo en el Paraná". 
Jorge Fandermole

                                                                                                  

Por Cristian Sebastián Molina

Las agujas del reloj marcaban las 9am. Tras el ansiado y esperado cigarrillo permitido, parte del grupo enfiló rumbo a la huerta. La mañana pintaba calurosa y él caminaba con su habitual look de joggings, alpargatas, gorra y su inseparable bastón.

Se repartieron las tareas cotidianas de la huerta, y Juan Carlos, El Abuelo como todos lo conocemos en la Comunidad, tomo el zapin y comenzó a trabajar la tierra como si tuviese 30 años y no le pesaran los 64 años que marcan su DNI.

Desde el primer momento de mi internación voluntaria en la Comunidad Terapéutica San Ignacio de Loyola, El Abuelo revivió mi perfil periodístico a partir de los interrogantes que venían a mi cabeza sobre un personaje callado pero con mucho por contar.

La mañana avanzaba y me acerqué a trabajar a su lado, consultando a cada paso que daba producto de mi desconocimiento e inexperiencia sobre la agricultura familiar.

El Abuelo llegó a estas tierras a los 7 años proveniente de su Corrientes natal. La Revolución Libertadora del ´55 se preparaba para derrocar a Juan Domingo Perón, y la situación social y económica obligaba, en muchos casos, a salir a “bancar la olla” desde muy temprana edad.

Juan Carlos no estuvo exento a esta situación y apenas termino cuarto grado de primaria se vio obligado a salir a trabajar en el campo. Desde ese momento nunca paró, recorriendo varias estancias de la provincia de Buenos Aires.

Jubilado como peón rural desde hace un par de años, lleva más de siete meses en la Comunidad recuperándose de su adicción al alcohol. Dentro de la Comunidad vive y ayuda a “vivir en comunidad” tarea para nada fácil entre más de 30 personas que luchan por salir de una adicción.

Con sangre mapuche en las venas, El Abuelo encuentra en el trabajo de la tierra, desde su época de tractorista y alambrador hasta la actualidad coordinando la huerta, su “lugar en el mundo”.

Los rasgos faciales y su pelo blanco denotan el paso del tiempo y todo un camino recorrido de historias y vivencias. El Abuelo, dentro de la Comunidad, es un personaje querido, que día a día nos enseña a vivir y luchar.                                                                                              

Es Juan Carlos, El Abuelo, Nuestro Abuelo...


Ilustración: Deepak 



¿Dónde está Jorge Julio López?

“Necesitamos que se investigue, que alguien nos diga qué pasó y sobre todo dónde está mi viejo”, reclamó Rubén López, su hijo.-

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13 sept 2019

Y otra vez llegamos tarde...

(A la memoria de Camila Borda)

“Dime que esto no ha pasado 
Tú dime que el barrio a olvidado 
Mañana todo habrá cambiado 
Y esto será solo un horrible recuerdo”
 Porta

Por Cristian Sebastián Molina

Los domingos juninenses son un clásico en una ciudad que a pesar de sus cerca de cien mil habitantes mantiene cierto aire pueblerino; almuerzos familiares numerosos, fútbol de la liga local y paseos por el Parque Borchex o la Laguna de Gómez representan los planes más convocantes.

Sin embargo; la serenidad del domingo 25 de febrero de 2018 se vio alterada cuando la Comisaría 1° recibía el alerta de la mamá de Camila Borda denunciando la desaparición de su hija, quien cerca del mediodía salió en su bicicleta para hacer un mandado y jamás regresó. Jamás regresó.

Vecinos del barrio Ricardo Rojas junto a familiares de Camila comenzaron la búsqueda mientras la mamá recorría la zona junto a la Policía Local. Las redes sociales inundadas con una foto de la menor viralizaban la búsqueda.

En tiempos donde las estadísticas son alarmantes y muestran que cada 30 horas muere una mujer, la búsqueda se tornaba incesante y apremiante. Cerca de las 16 hs. llegaba el peor desenlace cuando a pocos metros de su propia casa, encontraban a la menor asesinada en una Casa Quinta y detenían al “casero” del lugar.

El monstruo de José Carlos Varela había cometido el femicidio y nueve meses después era condenado a reclusión perpetua aunque ya nada fuese lo mismo cuando el resultado final era una vida por descubrir y miles de sueños por concretar terminaban truncados por el accionar de una bestia.

El barrio vivió momentos de bronca, angustia y mucho dolor. Vecinos intentando hacer justicia por mano propia, las fuerzas policiales que entienden que seguridad es sinónimo de desparramar balas por doquier y la noticia que rápidamente llegaba a la prensa nacional.

Caía la tarde y Junín aparecía en primera plana aunque nuevamente por un hecho lamentable y llegando tarde como sociedad.

Y otra vez llegamos tarde...porque a Camila Borda de 11 años le arrancaron la vida, sus sueños y dejaron una familia sumergida en un dolor irremplazable con  la pérdida de una hija.

Y otra vez llegamos tarde...porque el poder político confunde Defensa con Seguridad y la primera medida tras el femicidio fue llenar de policías el Municipio y la casa del Intendente Municipal ante la posible llegada de un malón barrial que perturbara la paz social.

Y otra vez llegamos tarde...porque cuando más respuestas necesitaban la familia de Camila y la sociedad juninense el Intendente solamente apareció utilizando Twitter para expresarse. Solamente la presión mediática del caso hizo que concediera una entrevista a un medio nacional.

Y otra vez llegamos tarde...porque cuando los hechos se desarrollaron en un radio no mayor a 300 metros, la (in)acción policial no podía encontrar a Camila hasta que un grupo de chicos los advirtió de donde estaba la bicicleta y posiblemente la menor y así poner fin al misterio. 

Y otra vez llegamos tarde...porque atrás quedan declaraciones, convenciones e instituciones que bregan por la integridad y derechos de la niñez cuando el futuro de Camila, una menor de once años, fue arrancado de raíz.

Y otra vez llegamos tarde...porque desde hace tiempo la seguridad en Junín es tema de agenda y las fuerzas de seguridad son blanco de fuertes críticas por su accionar. En un intento por demostrar fuerzas, el titular de la Jefatura Departamental declaraba a un diario local (el día anterior al homicidio) que “la seguridad no se nos fue de las manos, está controlada”. 

Sin embargo, uno de los principales puntos en el pedido de justicia de la familia de Camila, es que se hizo caso omiso a las reiteradas denuncias por intento de abuso contra menores del barrio que había tenido anteriormente el homicida Varela.

Y otra vez llegamos tarde, porque el poder mediático no esboza un mínimo espacio de reflexión y análisis real de la problemática lejos de la cobertura sensacionalista habitual a la que estamos acostumbrados.

En septiembre de 2011, el Indio Solari tocó en Junín. Cuando sonaban los primeros acordes de la “Murga de la Virgencita” conmovido por el crimen de Candela Rodríguez lanzó al público presente “cuiden a las nenitas del barrio…”

Febrero de 2018 y lamentablemente en nuestra ciudad, otra vez llegamos tarde…




12 sept 2019

11 sept 2019

Educar es Combatir


Epitafios por Vivir


“Hoy vine hasta aquí
dejando atrás
 el sabor a ciudad,
que la amargura que
intento cambiar no
sea mi alimento...”  
Los Piojos

Por Cristian Sebastián Molina

2019. Verano. Calor, demasiado calor y yo que no paraba de drogarme. Atrás había quedado esa etapa de “curiosidad” y de “de vez en cuando”. El hábito de consumir cocaína se había transformado en una dependencia que dominaba mi vida y no me permitía decidir nada desde la racionalidad hacía varios años.

Depresión, angustia, soledad, y una vida que se volvía insostenible y que pendía de un delgado hilo tras un intento de suicidio.

Una libertad efímera que se había transformado en el peor de los encierros.

Después de un fallido intento para dejar el consumo mediante un tratamiento terapéutico ambulatorio y corriendo de mi lado a toda aquella persona que me ofreciera ayuda, los días pasaban y yo me seguía drogando.

Deambulaba cual perro de la calle mientras continuaba perdido y perdiendo: familia, empleo, amigos, amor.

Mi cabeza estalló. Febrero de 2019, y tras una interminable y permanente semana de consumo en casas, en la calle y en cualquier lugar que lo amerite decidía cruzar la ciudad caminando e ir al Hospital a pedir ayuda a mi psicóloga, a quién había abandonado meses atrás.

Con ayuda profesional y con la voluntad de querer salir de este flagelo, me internaba voluntariamente en la Comunidad Terapéutica San Ignacio de Loyola. Era la decisión más difícil pero racional que tomaba.

Ocurrió un 4 de febrero a las 10 am, lo recuerdo con exactitud.

Con mil dudas e interrogantes en mi cabeza me acompañaron mi hermana y mi sobrino. Despedirme de mi hija y de mi vieja fue cruel pero necesario para empezar a descubrirme y cambiar.

Hacerte cargo del mal que te causas, y del daño que le haces a tus seres más queridos, es la etapa donde afloran las mayores miserias que alcanza un adicto.

De las más dolorosas donde uno siente que tocó fondo, y que peor no se puede estar/vivir.

Recuerdo poco de los primeros instantes en el lugar, el efecto de las pastillas recetadas por el Psiquiatra para controlar la abstinencia era fuerte, y no me dejaba pensar bien sumado a lo intenso de lo que estaba viviendo.

Recorrí las instalaciones junto a un asistente con quien de entrada pegamos buena onda porque es bostero como yo, compartíamos dos pasiones adictivas, la Cocaína y Boca Juniors.

Saludé a varios de los chicos que estaban en la comunidad mientras recorría la casa, y hablaba con el asistente quien me terminó de convencer y dejar en claro que estaba en el lugar indicado para mi rehabilitación.

Con el tiempo nos transformamos en amigos y recordamos esa primera charla, cuando Julián con un recorrido más amplio en su tratamiento, veía en mí más ganas de salir corriendo a consumir, que de quedarme.

Paralelamente, veía deseo y voluntad, fundamental para el punto cero del tratamiento.

Con lágrimas en los ojos me instalé, acomodé mis cosas en la habitación y me sume al resto del grupo. Los primeros días fueron raros y movilizantes, momentos de angustia por no querer estar ahí, de alegría por iniciar una nueva etapa de mi vida, de tristeza por pensar en el afuera, de rabia y malestar por querer consumir y no poder hacerlo.

Casi sin pensar me fui acomodando. Las noches eran complicadas, conciliar el sueño era una ardua tarea y en muchos pasajes se veía alterada por la aparición inconsciente del deseo de consumir.

Comenzar a trabajar terapéuticamente con los profesionales me ayudo mucho, al igual que aferrarme a la palabra de otros compañeros, participar de los talleres y volver a encontrarme con el Periodismo en el taller de los viernes donde proyectábamos concretar una revista.

Párrafo aparte merece la familia, quienes golpeados y dolidos en lo más profundo por el accionar de un adicto decidían apoyar y acompañar fielmente mi tratamiento.

Un nuevo empezar en el que aparecieron personas que uno, sumido en la dependencia a la cocaína, no visualizaba que estaban ahí, dispuestas a tender una mano desde lo más sincero y pleno del ser humano.

Poco a poco, como una lenta transición, similar al andar de una tortuga de un lugar a otro, el deseo de consumir y de vivir drogándome le daba espacio a una nueva etapa de análisis, reflexión, que llevaba a pensar y accionar racionalmente.

Mantener la cabeza enfocada en positivo resultaba vital para mantenerme y no declinar en el tratamiento.

Cada viernes en los encuentros de Periodismo pudimos expresar sentimientos, sensaciones, emociones y empezaron a aparecer notas sobre historia de vida, crónicas, poesías, entrevistas y definiciones...

Definiciones sobre “¿qué nos pasó?” Desenmarañar esos personajes oscuros y siniestros, que construimos los adictos, es una tarea difícil y dolorosa pero fundamental para avanzar.

Construirle una Identidad al “Perro de Campo”. La metáfora de ese “Perro de Campo” que somos, que llega en un 90% de las veces agregado al territorio/comunidad donde debemos y necesitamos adaptarnos y apropiarnos de herramientas que nos permitan sobrevivir y salir adelante.

El paciente/perro de campo es un ser que por diversas circunstancias fue abandonado y hoy, el nuevo territorio/comunidad le permite forjar una Identidad; definición tomada como la cualidad de ser una persona que se supone o busca.

Septiembre de 2019. De fondo suenan reiteradamente “Las Pastillas del Abuelo” y cantan que “no vaya a confundir la soberbia con autoestima, que la soberbia mira de más arriba y no llora penas ajenas, en cambio la autoestima se transmite y contagia a cualquier persona buena”.

Pienso un cierre a este escrito, un cierre certero y definitivo como el que decidí darle al “mundo de las drogas”.

Transcurrieron seis meses desde ese punto final...seis meses de cambios, de descubrimientos, de afianzar nuevos y sanos vínculos, de revalorizar el pasado, pensar el presente y proyectar un futuro por descubrir.

Transcurrieron siete meses, de los más felices, lejos del consumo y viviendo sin drogarme. En definitiva, VIVIENDO.


PD: A vos Diva que día a día me sostenes y moldeas una persona de bien.-